domingo, 7 de marzo de 2010

Una vida, tras unos cortes

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Con la idea de conocer el dolor de ser madre, viví la historia de Andrea y de su bebé que no quiso salir por vía normal y su lucha por terminar en los brazos de su madre, y no extraviado o vendido por alguien, en la Maternidad de Lima, donde todo puede suceder.

11:30 de la mañana. En tan solo cinco minutos y gracias a una mandil blanco, una gorra de gasa, una mascarilla, botas blancas, una bata verde, listo, ahora soy una técnica más de la Maternidad de Lima, me eché encima, tres supuestos años de estudios en un instituto de esos que abundan en Lima, la carrera de enfermería técnica. Y es que todo se vale cuando se trata de conseguir ver lo que alguna vez dicen me sucederá.
Después de esperar por más de una hora, a Andrea, que es como quiere la llamemos a la futura madre aquí, la solución para inducirla al parto, no funcionó, Andrea no logró dilatar hasta diez, ya no puede más con las contracciones, solo quieren que le saquen a su hijo, me dice. Como hay otras madres esperando su turno, los médicos del servicio de neonatología, ordenan preparar la sala de operaciones, Andrea tendrá una cesárea.
Su familia no está, me dice que si su esposo no iba a trabajar, le descontaban el día, y no pueden darse ese lujo, la situación está difícil, es su primer bebé, pero quiere darle todo lo que ella no tuvo. Su mamá no vive en Lima, y el pasaje para venir de Huancayo por ahora no pueden pagarlo, está sola, me agradece estar ahí.
Quince minutos después de la orden, la sala de operaciones está lista, trasladan la camilla de Andrea a dicha sala, donde el anestesiólogo la espera, le dice que se coloqué en posición fetal, para proceder a colocarle una inyección en la zona lumbar. Ella no duerme, solo es para que pierda la sensibilidad en el vientre y en las extremidades inferiores y así no le duela, me dice el doctor. Luego entra mi supuesta colega, una técnica, que se dispone a hacer el trabajo que yo debiera estar haciendo, el primer lavado con Isodine espuma, es un antiséptico, para desinfectar la piel de la gestante.
Al otro lado de la sala, la enfermera instrumentista prepara todos los instrumentos, mientras el cirujano que acaba de ingresar le coloca a la paciente una sonda vesical (para eliminar todo residuo de orina). Proceden a vestirla con ropa previamente esterilizada, mientras yo absorta observo todas esas acciones que me limitan a pensar que jamás deseo pasar por todo ese proceso. Ahora el cirujano realiza el segundo lavado, con Isodine solución.
En el otro extremo de la sala, una enfermera del servicio de neonatología, prepara la incubadora abierta o servo cuna, para recibir al bebé, coloca soleras y mantas también previamente esterilizadas, alista el gancho con el que sujetarán el ombligo del recién nacido, una tijera para cortar el cordón umbilical, alcohol, gasas pequeñas que coloca junto a la fuerte luz, que sale de una especie de lámpara, me dice que es para esterilizar, con el calor fuerte lo consiguen. Es aquí donde pondremos al bebé cuando lo saquen de su madre.
Terminan de vestir a Andrea, que ya parece inconsciente, pero me acerco a ella, y está temblando, tiene miedo, si mi bebé no quiso salir solito, entonces puede que esté mal, no lo quiero perder, no lo quiero perder, me repite una y otra vez. Todo este proceso, dura algo de veinte minutos, y es donde empieza el proceso de parto. El cirujano coge un bisturí (especie de cuchillo pequeño), y procede a cortar, hace un corte de aproximadamente quince centímetros, luego vuelve a cortar, una y otra vez. Se abren por planos, me explica una enfermera, tienen que ir por partes, para no cortar alguna arteria importante y no pierda más sangre de la debida, aunque yo diría que esa mujer postrada en la cama, no podrá levantarse a falta de toda esa sangre que sale de ella, luego las últimas capas, el útero, y por último la placenta, terminado este proceso, proceden a jalar, como cual juguete por el que se pelean unos niños por quedárselo, lo que intentan es estirar la piel, mientras Andrea lanza unos alaridos con los que pareciese arrepentirse de estar ahí, luego de jugar con su piel, uno de los médicos presiona la parte superior de la barriga de la madre, para ayudar a expulsar al neonato, el otro médico, introduce su mano y parte de su antebrazo por el orificio que han conseguido formar, busca la cabeza del bebé, luego de unos minutos, la encuentra, y empieza a jalar, el otro médico sigue presionando, Andrea sigue gritando...Consiguen sacar al bebé, es un niño, cortan con unas tijeras el cordón umbilical, que aún lo une a su madre, lo tienen cogido de los pies por unos minutos. Anda campeón, llora, le dice el doctor al bebé, se lo entrega al pediatra, que está al lado esperando, le dan unas palmadas al bebé, y por fin, llora, como si implorara regresar dentro de su madre, lo recuestan en la incubadora abierta, y realizan la profilaxis umbilical, es decir, lo limpian, cortan el resto del cordón umbilical, le colocan una gasa con el gancho para sujetarlo, lo envuelven en unas soleras, y lo acercan a su madre, para que reconozca el sexo del niño, la madre no responde, solo llora, de felicidad, de dolor, de alivio, no se sabe, ella solo llora. La enfermera le dice que se lo llevará a lavarlo y hacerle el chequeo de rutina, Andrea asiente, mientras sigue siendo presa de las tijeras y las agujas.
Le retiran la placenta que queda dentro de ella, es una masa viscosa, que parece una mazamorra con unos días encima, le limpian y le aspiran todos los restos que pudieran quedar dentro de su vientre. Ahora terminado esto, pasan a coser, de nuevo, capa por capa, primero el útero, y así hasta llegar a la dermis y por último a la epidermis, la cosen con sumo cuidado, y ajustando lo necesario, para evitar que por algún conducto drene algún líquido de su vientre, o sangre, ya no se le puede permitir perder más sangre a esta mujer.
Mientras termina este proceso, voy siguiendo el rastro del bebé, está en la sala de neonatología, donde realizarán la profilaxis ocular, que es donde lo pesan, y lo limpian, ha nacido con buen peso, me dice la enfermera, 3.600 kilogramos, y su talla tampoco está mal, lo normal es 49 centímetros, pero él sobrepasa por 0.5 centímetros, así que 49.5 cm, podría decirse que va a ser alto el nene, acota la enfermera. Luego del proceso de antropometría (tomarle las medidas al cuerpo), pasan al aseo, lo bañan para quitarle todo resto de sangre o materia extraña. Pasan a identificarlo, con una pulsera de plástico celeste, y es llevado a la incubadora, donde permanecerá dos horas en promedio, en lo que se lleva a cabo el proceso de adaptación, y estabilización (regular la temperatura, verificar si está sano).
Andrea está en reposo, el bebé en la incubadora, solo me queda esperar. Pasan cinco horas y ya puedo ver a la madre, me recibe con una sonrisa, me pregunta por su bebé, está en la cuneta (lugar de reposo del bebé, mientras se espera la recuperación de la madre), ha recibido tolerancia oral (ingerir leche de solución), le digo. Me acerco y noto que está llorando, le pregunto si es porque está feliz, me dice que no, que es porque está sola, pero que así le tocó esta vez, y no se siente tan mal.
Le recuerdo que es el Día de la Madre, y que ahora tiene a su bebé con ella y ya lo puede ver, parece no entusiasmarle la idea. Estoy muy feliz por ello, pero me hubiera gustado dar a luz después, ahora en este día por todos los años, tendré solo que celebrar el cumpleaños de mi hijo, no es lo mismo, porque ya no se acuerdan que es tu día, sino solo de tu hijo, replica. Solo me queda asentir, a ella solo resignarse. Sé que es mi hijo y lo quiero mucho, sé que tendrá una mejor vida que la mía, porque siempre estaré a su lado, pero recién tengo 20 años, me falta tanto por vivir, aún soy muy joven, me tuve que casar porque salí embarazada, no me arrepiento, pero si hubiera sido de otra forma, quizá después de algún tiempo más, sería bueno, pero ya me ves, casi una adolescente y con un hijo encima, me dice ella.
Es momento de irme, ella debe ver a su bebé y quiere estar sola. Me pide que vuelva antes que le den de alta, le gustaría que le enseñara algunas cosas sobre cómo atender a su hijo me dice, y es que le conté que tengo algo así como un hijo también, pero después de lo que vi, no pienso tener uno propio, eso es seguro.

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Diferente, rara quizá, melómana, leo por placer, prefiero el invierno, caminar bajo la lluvia, y comer harto helado, demasiado analítica, y siempre sé más de lo que debiera

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